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viernes, 19 de abril de 2024 19:34h.

Los Cuentos del Abuelo.....Por Cecilia Álvarez.

Nuevo articulo de nuestra editora Cecilia Álvarez González en nuestra sección Palabras Hilvanadas.

Los cuentos del abuelo.

Cecilia Álvarez.

¿Quién  no conserva en su memoria un cuento del abuelo o la abuela? ¿Quién no recuerda haber caído en un profundo sueño mientras oíamos las últimas palabras coherentes que atinaban nuestros oídos? Eran como un arrorró infalible en el que nos abandonábamos, plácidamente rendidos. Yo, particularmente, me quedo con aquellos cuentos, cargados de verdad, como la vida misma. Apenas tenían que hacer uso de su imaginación, porque ésta ya la habían perdido mucho antes de sentarnos sobre las rodillas y relatarnos sus propias vivencias.

Todavía me parece ir a bordo de aquellas arriesgadas falúas, haciéndome a la mar en cada anochecer. Tal vez eran veleros o, quizá, vapores; sólo sé que la mar era muy grande y las olas achicaban de miedo a naves y navegantes. Aún creo ir a la Cuba lejana, a buscar sueños de grandeza y devolver mil recuerdos al cabo de los años. Trabajé en cañaverales, a la sombra de mi abuelo y, de suerte, no naufragué camino de La Habana… Luego fue Venezuela. Había que hacer fortuna y volver con un gran sombrero de ala ancha. Ya vino el abuelo, a traer nuevas historias a la nieta, que más tarde ha de venir a escucharlas.

 Más tarde fue la Guerra, la que fue de todos; la de aquellos que se fueron y la de los que se quedaron. Recorrí montes y campos, me asecharon mil peligros y hasta me faltó pan y agua. Pasé hambre y soledad, frío y melancolía… Mis oídos de niña no daban crédito a tanta aventura humana, que sólo el tiempo me ha enseñado a valorar en su justa medida. No existía para él Cenicienta, Alicia o Blancanieves. Eran otros cuentos, narrados con la certeza de no ser del todo cuentos. Había en la mirada de aquel abuelo, un brillo especial cuando los contaba. Su voz y sus manos gesticulantes apenas tenían que aportar nada a aquella mirada encendida y apasionada, siempre llena de pleamar…

¿Dónde están esos abuelos? ¿Dónde quedaron sus cientos de historias cargadas, ya, de leyenda? ¿Habrá quién, todavía, me las quiera contar?