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jueves, 25 de abril de 2024 00:05h.

Nueva sección "Palabras Hilvanadas" por nuestra editora Cecilia Álvarez Gonzalez.

Nueva sección "Palabras Hilvanadas" por nuestra editora Cecilia Álvarez Gonzalez.

LAS PAREDES QUE HABLAN.

Cecilia Álvarez

   Siempre se ha dicho que las paredes oyen, pero a mí, particularmente, me hablan, me susurran, me llaman al pasar, me hacen un guiño colmado de complicidad para que me detenga y las observe, para huir del olvido y trasladarme a un sinfín de recuerdos, de instantes congelados en los marcos de las fotografías, de esa memoria que se va adhiriendo a las paredes de tu casa con el paso del tiempo, como si en ellas fueras dejando la historia de tu vida.

   De pronto, un día cualquiera en que lo ves todo desde la madurez que se ha ido haciendo contigo, te das cuenta de que tu casa, tu hogar, se ha ido vistiendo de recuerdos, de innumerables detalles que van quedando como testigos de otra época, testimonios mudos de momentos que un día te pertenecieron y que sobreviven adosados a las paredes, en tus muebles, en infinidad de rincones que se han prestado a salvaguardar el tiempo transcurrido.

   Caes en la cuenta de que un día, ya muy lejano, entraste por primera vez a tu casa, un hogar por estrenar, pero vacío aún de historias, con las paredes desnudas, sin muebles, sin vida… Y vas recordando cómo, poco a poco, calladamente y sin darte cuenta, fuiste dándole sentido a la palabra hogar, ese lugar mágico en que te sientes a salvo, esas paredes que van cobrando vida  con los primeros balbuceos de tus hijos, sus primeros llantos y sus primeras palabras. Y tu casa se va convirtiendo en una especie de fuerte seguro, un puerto donde recala el verdadero significado de tu vida.

   Aquellas paredes de antaño, vacías y tristes, fueron rogándome en silencio que les diera sentido, que sirvieran de soporte a lo que, poco a poco, llegaría a ser una ventana al pasado. Primero un cuadro, después otro y otro más,  un bordado palmero luciendo sus frondosas rosas rojas, otros más pequeños con flor de almendro, violetas y jazmines,  acuarelas de amigos que hablan de su arte y su entrañable amistad, aquel diminuto arado tallado cuidadosamente a mano para mí, pequeños objetos que mantienen el recuerdo de algunos lugares a los que has viajado, poemas enmarcados que me hablan de la vida, de versos dedicados desde el corazón de la amistad, los primeros dibujos de mis hijos con sus trazos casi abstractos, pero plenos de sentido para mí, con sus primeras palabras legibles y sus nombres, aún tambaleantes. Pero, sobre todo, las paredes se van colmando de fotografías, de rostros y momentos que han conformado tu vida y que deseas mantener a la vista para recrear, cada vez que los contemplas, el sentimiento de amor que te inspiran, aunque algunos de ellos ya no estén.

   Sí, hay paredes que hablan. Conocen el lenguaje de los sentimientos, se comunican contigo, se enhebran a los hilos de tu alma y se transforman en el manantial de tu memoria.