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viernes, 29 de marzo de 2024 00:02h.

El Susurro de la Cosas, nuevo articulo de nuestra editora Cecilia Álvarez Gonzalez.

Nuevo articulo de nuestra editora Cecilia Álvarez Gonzalez en nuestra sección Palabras Hilvanadas.

EL SUSURRO DE LAS COSAS

Cecilia Álvarez

  En algún momento de nuestras vidas, todos hemos dicho alguna vez que las cosas son sólo cosas, entendiendo que no debemos darle más importancia de la que tienen, que no es imprescindible detenerse en lo material, sino quedarnos con las personas, con los sentimientos, con todo aquello que se nos antoja indispensable para vivir: el amor, la amistad, el respeto, la tolerancia y todo aquello que necesitamos en nuestro día a día para sentirnos parte del universo de una manera convincente. Así, nos pasamos la vida reconociendo que en lo inmaterial residen los valores, aquellos valores que nos hacen mejores personas y que, por extensión, esperamos encontrar en las personas que nos rodean de igual forma. Buscamos, en definitiva, el equilibrio, sentir que todo ocupa el lugar que le corresponde y que nosotros somos parte de ese “todo”.

  Aún así, a nadie se le escapa que, a veces, también las cosas ocupan un lugar en nuestra vida y que algunas de ellas poseen su particular lenguaje, como si nos hablaran. Sólo tenemos que dedicarles una mirada atenta para entender que algunas cosas nos susurran, nos hablan en voz baja y nos cuentas sus historias. Se hacen llamar recuerdos y están por todas partes, en cada rincón de nuestra casa. Algunas permanecen visibles y van tomando forma de trofeos del pasado. Otras viven ocultas en nuestros muebles, encerradas en pequeñas cajas, presas de un letargo que sólo el tiempo conoce y que esperan el paso de los años para sorprendernos y hacer que midamos, a través de ellas, nuestro propio paso del tiempo.

  Cuando perdemos alguna prenda, muy preciada para nosotros, activamos nuestro sentido de la resignación y nos consolamos diciéndonos que sólo era una cosa, aunque interiormente sepamos que era mucho más que eso. “Sólo son cosas”, repetimos una y otra vez, pero lo cierto es que algunas parecen tener alma y cuando las perdemos sentimos que también se perdió con ellas el momento exacto en que nos la regalaron, ese momento irrepetible que no  podrás recuperar, sencillamente porque quedó adherido al pasado, a esa etapa de la vida a la que sólo volvemos por la senda de la memoria.

  Un día decides reorganizar, ordenar tu casa, con la intención de deshacerte de todo aquello que se ha ido acumulando sin orden ni concierto, cosas que se han ido haciendo con espacios que, tal vez, necesites para dar un lugar a otras que también quieren su protagonismo. Te preparas para llevar a cabo una tarea de limpieza que consideras necesaria, pero caes en la cuenta de que entre todas las cosas de las que pretendes prescindir, hay algunas que mantienes en tus manos, las miras con un sentimiento de culpabilidad y oyes, entonces, ese susurro que te llega al corazón, ese lenguaje del tiempo y el espacio, que te hace volver a colocarla de nuevo en su lugar. ¿Cómo podría deshacerme, por ejemplo, de algún juguete de mis hijos? No importa que ya sean mayores y que sus juguetes sólo sean objetos enmudecidos, inmóviles, en la estantería de su habitación. Allí están, salvaguardando su infancia, hablándome de sus primeras frases, de sus voces, de su entusiasmo y alegría al darles vida a sus juguetes, de sus risas y su forma de personificar sus pequeños héroes de goma, en una batalla incruenta que tenía como escenario los mosaicos de su habitación. O las incontables muñecas barbie que mi hija peinabacuidadosamente, vestía y desvestía con sus pequeñas manos, haciendo de ellas y de sus numerosos atuendos un paraíso de imaginación.

  Y las fotografías. ¿Podríamos desprendernos de ellas? También entran en el apartado de las cosas, pero quedarnos sin ellas, deshacernos de todas nuestras fotos, sería como quedarnos sin pasado, como si borráramos nuestra existencia o quedara en blanco nuestro paso por la vida.

  Sí, puedo escuchar el susurro de las cosas, de algunas cosas…