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viernes, 26 de abril de 2024 01:07h.

¡Qué tiempos aquellos!.....Por Cecilia Álvarez González.

Nuevo articulo de nuestra editora Cecilia Álvarez González en nuestra sección Palabras Hilvanadas.

                  ¡Qué tiempos aquellos!

Cecilia  Álvarez

   Mientras el colirio hacía estragos en mis ojos, repasé, como pude, las páginas de un periódico. Pronto las palabras dejaron de tener sentido y fueron siendo para mí una visión borrosa de la que sólo se salvaban algunos titulares, así que opté por cerrarlo y dejar que el tiempo pasara, sin más…

  Después me fui fijando, con todo recato y precaución, en todas las personas que compartían aquella sala de espera. Contemplar a las personas sin que éstas sepan que son observadas es algo que me gusta practicar de vez en cuando, no por fisgar en sus vidas, sino por captar la gran cantidad de “mundos” que se entremezclan entre ellos, entre nosotros: un gesto, una mirada perdida en el vacío, un semblante elocuente…

    Entre todo lo que me rodeaba, me quedé con el encanto de un matrimonio que parecía llevar tras de sí muchos años en compañía. Eran sumamente elegantes y guardaban en sus rostros pruebas tangibles de que ambos habían sido muy atractivos, sobre todo ella. Todavía conservaba una sonrisa airosa y jovial y se notaba sobremanera que había sido muy cuidadosa con su aspecto. Su vestido, sus joyas, su pelo… Todo parecía suponer que conformaban un conjunto perfecto en la que todavía, a pesar de su avanzada edad, podía considerarse una mujer bella y elegante.

    Él guardaba, aún, un encanto señorial y su aspecto era el de un hombre con garbo, a la antigua usanza, con su traje gris y su chaleco abotonado. Pero no fue sólo la apariencia lo que me llamó la atención de esta pareja. Hubo algo que me atrajo de manera especial: su mutua cordialidad. Hablaban incansablemente y se miraban como si se estuvieran conociendo en aquel preciso momento. Se dedicaban una sorprendente atención, como si aquella conversación fuera lo único importante de este mundo.

    No pretendía que descubrieran mi mirada, pero puedo asegurar que resultaba bastante difícil evitarlo. Descubrí que, a pesar de los años, seguían mirándose a los ojos, como queriendo recuperar miradas ya fundidas, deseos ya confesados y mucho amor. Parecían querer demostrar que la felicidad podía ser algo inaplazable y sin fecha de caducidad. Sin duda, tendrán mucho que recordar, aunque todavía parecen estar creando sus futuros recuerdos. Ignoro de qué hablaban, -era lo que menos importaba-, pero se me quedó muy grabado un gesto. De pronto, ella apoyó su brazo en el hombro de él y con una sonrisa cautivadora le susurró: “¿Te acuerdas? ¡Qué tiempos aquellos!”. Y él, sin retirar su mirada sobre ella y con la misma sonrisa de complicidad, asintió…